viernes, 9 de octubre de 2009

Montaña y río




El río de la actividad mental fluye y fluye durante zazen. Es importante permitir que la actividad mental fluya libremente. En el río de la actividad mental fluyen muchos contenidos diversos, pensamientos, encadenamientos lógicos, ideación, imágenes, recuerdos, sensaciones, proyectos, emociones. Nuestra función como meditadores es la de permanecer en un estado de observación ecuánime. A veces puede resultarnos difícil. Puede que aparezca el apego a ciertos contenidos, por un lado, y el rechazo hacia otros, por otro lado.

Debemos considerar que, cuando permanecemos en un estado de observación ecuánime, somos como un observador  sentado a la orilla de un río contemplando su fluir. El río fluye a veces rápido, a veces lento, a veces tumultuoso, a veces apacible. Si perdemos la observación ecuánime terminaremos por identificarnos con uno u otro contenido. Esto es como si hubiéramos caído a la corriente y fuéramos arrastrado por ella. 

Si en algún momento, debido al apego inconsciente o al rechazo ciego, nos vemos arrastrados por la corriente del río de la mente, entonces, en ese momento, también podemos desarrollar la observación ecuánime. Lo más importante es evitar el pánico. Una persona que no sabe nadar y cae en un río de corrientes rápidas se esfuerza desesperadamente por salir. El pánico es muchas veces la causa por la que estas personas terminan ahogándose. Por el contrario, si en ese momento puedes mirar la situación con un poco de sangre fría, de ecuanimidad, de distancia,  entonces puedes hacerte dueño de la situación y poco a poco dejarte fluir dentro del río hasta ir poco a poco alcanzando una orilla. Una vez fuera de la corriente puedes sentarte de nuevo y continuar tu contemplación.
La actividad mental nunca debe de ser reprimida o contenida. Es inútil tratar de crear un dique. El río de la mente debe fluir continuamente a fin de que su creatividad y su vitalidad se manifiesten. Es un error pensar que sentarse en zazen significa tratar de dejar la mente en blanco. ¡Ni siquiera la mente de los muertos está en blanco, tanto menos la nuestra que estamos aún vivos! El secreto de la práctica de zazen no es detener la actividad mental. Esto sería como querer detener el latido del corazón, el ritmo respiratorio o la secreción hormonal. La actividad mental forma parte de nuestra naturaleza como seres humanos. Ahora bien no debemos tampoco ser prisioneros de la actividad mental.
La actitud justa de la mente durante zazen es expresada por Dogen Zenji con el término  japonés sansui. “Sui” significa río, agua que fluye. “San” es  montaña. La montaña permanece quieta e inmóvil. El paisaje es así: Una majestuosa montaña permanece quieta e inmóvil mientras que por sus laderas un río fluye, siguiendo curvas y meandros sinuosos. Este es el paisaje de la actitud justa de la mente durante zazen.
La observación ecuánime es como una montaña que permanece siempre, como la superficie pulida de un espejo. Es la conciencia testigo, a-temporal, fuera del tiempo, del espacio y de las circunstancias. En el mismo paisaje está el río que fluye. Es la actividad mental, emocional, sensorial continuamente cambiante, completamente impermanente. Este es el estado que debemos generar tanto durante zazen como durante nuestra vida cotidiana.
Zazen  es sansui, montaña y río.  Durante zazen la mente debe fluir como un río sin obstáculos. La actividad de la mente es la manifestación de la energía creativa de la vida. De ninguna manera debemos construir diques de contención durante zazen. Debemos permitir que la mente fluya siguiendo su propia naturaleza.
Cuando el agua se estanca, se pudre, huele mal, puede ser causa de enfermedad. También cuando la mente se estanca aparece la obsesión, la fijación, la ofuscación, la obcecación. Todo esto causa trastornos y, en última instancia, dolor. La naturaleza del agua es fluir. El río fluye. La mente también fluye naturalmente cuando no creamos obstáculos. Continuamente aparecen contenidos, pensamientos, recuerdos, sensaciones, como remolinos en la corriente del agua que se forman para desaparecer acto seguido, siguiendo la propia corriente del río de la mente. No queráis detener, ni fijar, ni estancar el movimiento de la mente. Este movimiento es la fuente de la creatividad. 
Necesitamos este movimiento para crear nuestra vida cotidiana día a día.

Por otra parte zazen es como una montaña. La conciencia testigo que observa desde la ecuanimidad tiene la imperturbabilidad, la solidez, la estabilidad, la majestuosidad y la generosidad de una gran montaña. Ecuanimidad significa no tomar partido ni por ni contra. Significa no juzgar ni clasificar en tanto que bien o mal los contenidos que aparecen en la conciencia durante zazen.
Cuando olvidamos nuestras preferencias personales o dejamos de elegir, la conciencia testigo deja de estar vinculada al ego y se convierte en la conciencia de las montañas, de las nubes, de los árboles y de todos los seres vivientes. Las montañas, las nubes, los árboles, se ven a sí mismos a través de esta conciencia testigo. Esta conciencia testigo se convierte en la conciencia de las montañas, de las nubes y de los árboles, por ello se la llama cósmica y se la compara a una montaña generosa en cuyo seno viven y se alimentan muchos seres vivientes.
Durante zazen, tanto la libertad interior como la estabilidad o la paz profunda, surgen del no aferramiento, es decir, de la realización del principio fukatoku, imposible de aferrar. Cuando no generamos aferramientos, la vida fluye como un río. Cuando no nos aferramos a ninguno de los dos extremos de cualquier contradicción, podemos encontrar el equilibrio justo, la estabilidad, la inmovilidad, la paz interior.
Este es el sentido profundo de la expresión sansui que Dogen Zenji emplea en el  Shôbôgenzô. 
Sansui, estable como la montaña, fluido como el río.

Del libro "Fluyendo en el presente eterno".
Dokushô Villalba
Miraguano Ediciones, Madrid.

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